El paso primero de la liberación consiste en hacerse amigo de sí mismo. La observación de la vida me llevó a la convicción de que son pocos los que “se gustan” a sí mismos y que son muchos los que son concretamente enemigos de sí.
A lo largo de la vida he oído a distintas personas expresarse con distintas palabras de esta manera: se vive una sola vez. Y esta vez me ha tocado en suerte un modo de ser que a mí no me gusta nada. ¡Ellos dicen que soy antipático (para ellos), si supieran lo antipático que soy para mí mismo!
Dicen que no les gusta mi modo de ser; ¡si supieran cuán poco me gusta a mí…! No puedo cambiar esta personalidad por otra. Esto que soy acabará conmigo en la sepultura cuando yo acabe. Y pensar que se vive una sola vez y que me haya tocado una personalidad que a mí no me gusta…
Y acaban declarándose una guerra de auto-exterminio psicológico.
De estas profundidades nacen los tipos difíciles y conflictivos que encontramos en la sociedad. Y, a veces acaban diciendo: parece que hubiera nacido para sufrir. Una desgracia haber nacido.
Tengo que afirmar que no se trata de una desgracia. Eres un regalo excelso. Eres un privilegiado, porque si tienes tres defectos, tienes 30 cualidades. Eres una obra de artesanía elaborada sabiamente por el Artista Divino. Eres una obra maestra salida de las manos divinas.
Si dicen que ese universo está sembrado de maravillas, la maravilla máxima eres tú mismo, portador de un aliento divino e inmortal. Sólo te hace falta una cosa: lanzarte de cabeza en las manos potentes y amantes del Padre querido con un amén, feliz de ser como eres, contento de ser como eres, amigo de tí mismo ante todo. No olvides que somos aliento y fragancia de Dios.
Extractado del libro Las fuerzas de la decadencia de P. Ignacio Larrañaga