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Miles de personas en el mundo han recuperado la alegría y el encanto de la vida.

Talleres de Oración y Vida

Padre Ignacio Larrañaga

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la alegría y el encanto de la vida.

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Padre Ignacio Larrañaga

Intimidad

La palabra humana más significativa para hacernos patente la sensación de encuentro es la palabra intimidad.

Intimidad es el cruce y al mismo tiempo el resultado del cruce de dos interioridades.

Todo individuo, todo «yo» es siempre un círculo cerrado y concéntrico por naturaleza. Interioridad es el resultado de un organizarse y vivir hacia dentro, en una perpetua inclinación y convergencia hacia el centro de uno mismo. La interioridad nada tiene que ver con el egoísmo, aunque en algo se parecen.

Ahora bien, dos interioridades que se salen de su círculo concéntrico y se proyectan mutuamente, dan por resultado una tercera zona que llamamos intimidad (¿un clima?, ¿una realidad impalpable?), un algo, una realidad psicológica perceptible pero no explicable; otra zona distinta de las dos interioridades, de las dos personas: algo así como una tercera «persona» nacida de las dos interioridades.

Ahora bien, dos interioridades concéntricas que se han salido de sí mismas y se han proyectado mutuamente, «engendran» el encuentro, la intimidad. En conceptos psicológicos podemos concluir que, si la oración es un encuentro y el encuentro una intimidad, la oración es la intimidad con Dios.

Lejos de permanecer en su mismidad, Dios desborda su interioridad y se nos abre de diversas maneras:

Dios es «en sí mismo» y «por sí mismo»; sin embargo, se «salió» de sus «fronteras» y se derramó en las criaturas. El universo es, pues, un desbordamiento del mismo Dios.

Además, en una reacción admirable de amor, se nos descubrió, se nos «declaró» y se nos ofreció gratuitamente para formar con nosotros una comunidad de vida y amor. Dios quiere formar una familia, una sociedad, en aquella única región donde cabe la conjunción de Dios y del hombre, la región del espíritu.

Si el hombre responde afirmativamente a la invitación de Dios, ya estamos formando la comunidad de vida, como compañeros de vida. El encuentro presupone un clima de hogar. La Escritura explica este clima con expresiones como «habitar entre nosotros» (Jn 1,14), «haremos mansión en él» (Jn 14,23), expresiones muy hogareñas que evocan ciertos matices como calor, gozo, confianza, ternura, cosa parecida al hecho de sentirse en el interior de un hogar dichoso.

En este clima es donde nace y crece la intersubjetividad; es decir, la proyección de un sujeto sobre otro en una mutua interacción.

En una palabra: el encuentro es un vivir y profundizar interminablemente la relación interpersonal, en un clima entrañable y afectivo, vuelto el «yo» sobre el «tú», entre Dios y el hombre.

Tomado del libro “Muéstrame tu Rostro” Capitulo 4, apartado” El encuentro” de padre Ignacio Larrañaga.