Amar la vida es darnos generosamente a los sucesivos renacimientos. El inicio de un proyecto es un comenzar a vivir. Cada hijo que nace es el comienzo de una nueva existencia con sus flores, espinas y frutos.
Hay que explorar nuevas playas donde poder cantar, y a partir de allí navegar en aguas profundas hasta tocar el fondo, allá donde se encuentran las últimas causas.
Estamos invitados a disfrutar intensamente en el aparentemente estrecho horizonte de nuestra existencia, llenando constantemente las tinajas vacías. Gozaremos juntos a través de las generaciones, guardando el vino nuevo en toneles de roble. No seremos atrapados por la sombra del temor porque nuestra casa no es un ancla sino un mástil.
La vida se nos da gratuitamente, sin pedirla ni exigirla, ni nos explican el porqué de esta oferta.
Cada trozo de vida es un eslabón necesario en la amplitud del círculo vital. El anciano de hoy no es el adulto de ayer, y el adulto de hoy no es el adolescente de anteayer. No podemos beber de un sorbo la vida ya que todo es contingente: Nace y renace, y muda de forma, y todo se diluye como la corriente del río. Y cada momento de vida es diferente del que le precede y le sucede.
Comenzar a vivir significa abrirse a un horizonte ilimitado de posibilidades, iniciar un camino de futuro inabarcable
Es verdad que la sombra persigue a la luz, que el idealismo y el realismo combaten como el rayo y la lluvia en el seno de la nube y que un solitario dualismo se levanta en medio del valle de la vida. Pero no olvidemos que a nadie se han negado, ni siquiera a los más desdichados, instantes de plenitud y horas únicas. Y que si fueron largas las noches de soledad los rayos solares no han dejado de arder en la copa de los árboles.
La vida canta en nuestros silencios y sueña mientras dormimos. Aunque naveguemos entre penas y tristezas, entre temores y ansiedades, y la contradicción sea el compañero de ruta, la vida sonríe a la luz del sol y es libre, aunque arrastre cadenas.
En este andar por la vida moriremos muchas veces, dejando de ser lo que somos, para iniciar nuevas etapas de múltiples posibilidades que nos esperan en cada fragmento, en que a cada decadencia sucederá una resurrección, porque la vida es así: nunca muere.
Extractado del libro “Las Fuerzas de la Decadencia” del P. Ignacio Larrañaga, ofm