Dios-es-Padre. Si Dios es Todopoderoso, también es Todo cariñoso. Si con sus manos sostiene el mundo, con esas mismas manos me acoge y me protege.
De noche queda velando mi sueño y de día me acompaña adondequiera que yo vaya. Cuando la gente se queja diciendo “estoy solo en el mundo”, el Padre responde “yo estoy contigo, no tengas miedo” (Is 41,10). Cuando los humanos se lamentan diciendo “nadie me quiere”, el Padre responde “yo te amo mucho” (Is 43,4).
Además, es un amor gratuito. El hecho de que me quiera no depende de que yo lo merezca o desmerezca, de que yo sea justo o pecador. El Padre me ama gratuitamente. Él me comprende porque sabe de qué barro estoy formado y me perdona más fácilmente que yo a mí mismo.
Desde los días eternos me llevó en su corazón como quien acaricia un sueño dorado. Llegado el momento exacto de mi existencia biológica, mi Padre Dios se instaló en el seno de mi madre (Sal 138), y, con dedos delicados y sabiduría, fue tejiéndome cariñosamente comenzando por las células más primitivas hasta la complejidad de mi cerebro. ¡Soy una maravilla de sus dedos! (Sal 138).
No soy, pues, una obra producida en serie por una fábrica. Soy una obra de artesanía elaborada portentosamente. Fui concebido en la eternidad por el Amor y fui dado a luz en el tiempo por el Amor.
Desde siempre y para siempre yo soy gratuitamente amado por mi Padre
La experiencia del amor del Padre suscita repentinamente la impresión de sentirse libre. Libre ¿de qué? Del temor. El temor es el enemigo número uno del corazón humano. Temor ¿de qué? Temor de no ser aceptado; temor de fracasar, temor de morir…
En su propia carne Jesús llegó a experimentar que Dios no es, ante todo, temor sino amor; no es primordialmente justicia, sino misericordia, ni siquiera es ante todo, majestad, excelencia, santidad, sino perdón, cuidado, proximidad, ternura, solicitud… es Padre, porque tiene lo que tiene y hace un papá ideal de este mundo: siempre está cerca, comprende, perdona, se preocupa, protege, estimula.
El amor libera el temor, el que se siente amado no conoce el miedo. Basta sentirse amado por el Padre y al momento se enciende la gloriosa libertad de los hijos amados.
“Bendito sea Dios, Padre de Nuestro Señor Jesucristo, Padre de las Misericordias y Dios de toda consolación”. (2 Cor 1,3)
Extraído de los libros ´Muéstrame tu Rostro´ y el ´Pobe de Nazareth´
Padre Ignacio Larrañaga, OFM