Adaptarse es relacionarse con los demás, sin dominar y sin dejarse dominar. Es un proceso complejo.
El avance en el amor presupone, primero, no estar atado a sí mismo. Luego salir de su círculo y abrirse al mundo del prójimo. En una palabra, es un proceso de integración y ajuste en el medio humano en el que se vive.
El ser humano tiende a adaptar todas las cosas a él, mediante la racionalización, en lugar de adaptarse, él, a todo. Si no hacemos una severa autocrítica, o si no permitimos que nos critiquen constructivamente, es casi seguro que llegaremos al abismo de la muerte, cargando todos los defectos congénitos de nuestra personalidad, habiendo, ellos, aumentado y crecido en el camino de nuestros días.
Si las circunstancias ambientales no nos presionan, nosotros no cambiamos con los retiros, con los cursos, con charlas espirituales. Hasta a Dios mismo lo adaptamos a nuestra medida y deseo mediante sutiles racionalizaciones. Disponemos de un excelente equipo de mecanismos de defensa para recrearlo todos a nuestra medida.
Hay dos instituciones que son verdaderas escuelas de transformación: el matrimonio y la fraternidad. Y lo son porque, por su propia estructura humana, ambas instituciones obligan a sus miembros a entrar en la interrelación de profundidad. Y al relacionarse, los miembros llegan al enfrentamiento y confrontación de sus diferentes rasgos de personalidad, y los obliga a superar sus diferencias, sin invadir y sin dejarse avasallar.
Adaptarse significa dejarnos cuestionar por los demás, y cuando nuestros ángulos de personalidad queden descubiertos a la luz de la revisión, de la corrección fraterna, o simplemente de la convivencia diaria, debemos comenzar un lento proceso para suavizar ángulos y controlar compulsiones.
Adaptase significa evitar colisiones. Si nuestras ramas chocan, con peligro de incendio, ¿cuántos centímetros de ellas deberá cortar usted, y cuántos yo, para que haya conjunción y no colisión? ¿Soy yo, exclusivamente, el culpable de las colisiones? Si estamos a cincuenta metros de distancia, ¿cuántos metros tengo que caminar yo, y cuántos usted, para que haya encuentro?
Es uno mismo quien tiene que darse cuenta de cuáles son los rasgos propios que lastiman. En una palabra, adaptarse es un lento y progresivo crecimiento hacia una coherencia integradora entre el sentir, pensar, hablar y actuar.
Extractos del libro ´Sube Conmigo´ de P. Ignacio Larrañaga