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Miles de personas en el mundo han recuperado la alegría y el encanto de la vida.

Talleres de Oración y Vida

Padre Ignacio Larrañaga

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Amor y Sexualidad

La sexualidad en el matrimonio es parte importante e integrante del amor. Diríamos que ambas realidades están en alta fusión pero no en confusión. La sexualidad es posible sin el amor, y el amor podría existir y sobrevivir en el matrimonio sin la sexualidad.

Si la sexualidad es ejercida fuera de la órbita del amor, jamás llegará a la cúspide de la plenitud: siempre quedarán flotando en el aire restos de frustración.

Podríamos afirmar que es por el camino del amor por donde la sexualidad alcanza su belleza y expresión. Pero, a su vez, la sexualidad puede conducir al amor a la cima de la madurez y de la plenitud, pudiendo afirmarse que, de alguna manera, la cumbre más alta del amor conyugal es el encuentro sexual.

La sexualidad, sin el amor, es una simple satisfacción del instinto, tal como sucede, por lo demás, en el universo general del reino animal, un acto que no deja de ser mecanicista, sin belleza ni significado.

En la correcta dirección por donde avanza la naturaleza humana, primero hace su aparición el amor; y la sexualidad, al pasar por la órbita del amor, acaba por convertirse en un acto pleno de sentido y espiritualmente satisfactorio.

En la hipótesis de que el amor esté ausente en el matrimonio o se haya congelado, la sexualidad se convertirá en un problema insoluble. Sólo la presencia del amor puede ir generando las condiciones para que la sexualidad adquiera su sentido y alegría interior.

Cuando en la relación profunda de la pareja el amor se alza como llama viva y palpitante, entonces el estímulo y satisfacción sexual no tiene una función preponderante, sino que salta con espontaneidad, sin previa programación.

El amor es capaz de solucionar todos los problemas sexuales, porque el amor es creativo, para cada momento y emergencia, encuentra la iniciativa oportuna y acertada.

Habiendo amor, la sexualidad deviene por sí sola y es bella. Pero si se da la sexualidad, ella sola, faltará aquel sentido, aquella alegría y luz que da belleza al acto sexual. Sí, es el amor el que convierte la sexualidad en una acción transfigurada con ribetes de sublimidad.

Extractado del libro, “El Matrimonio Feliz” de p. Ignacio Larrañaga