… Al llegar a la choza salió precipitadamente un hermano, al parecer emocionado, exclamando: Padre Francisco! Padre Francisco! Arrojado a los pies del Hermano, lo abrazaba fuertemente, lo besaba una y otra vez bañado en un mar de lágrimas. Admirado el Hermano le preguntó: Quien eres tu, hermano mío?
¿No recuerdas Padre Francisco? Soy uno de aquellos tres asaltantes de caminos que, por tu piedad, abandoné aquella vida e ingresé a la fraternidad.
Efectivamente, hacia varios años que el ex bandolero llevaba una vida edificantísima. A veces no se acostaba sino que pasaba la noche en adoración. Trabajaba en el huertito que los hermanos habían abierto en una ladera de la montaña. Era delicadísimo con los huéspedes.
Al informarse de todo esto, el Hermano se internó apresuradamente en el bosque con el hermano León y, comenzó a gritar exaltado: Prodigios del Amor! Prodigios del Amor!
Escribe, hermano León: sobran cárceles allí donde hay amor. No hay en el mundo descalabros anímicos, ataduras egoístas ni energías aéreas que militan al servicio de la muerte que puedan resistir al Amor. Hermano León, ¿qué diferencia hay entre Dios y el Amor? son dos caras de una misma substancia. El Amor transforma los cementerios en jardines. La vestidura del Amor es el silencio. En las arpas de oro no hay tanta melodía ni en las arterias de la primavera tanta vida, ni en el amanecer tanto esplendor como en el seno del Amor.
No hay milagros imposibles para el Amor. No has visto el último milagro, hermano Leon? has visto un bandolero transformado en un santo por la magia del Amor. No se como decírtelo, hermano León. Te lo diré con una sola frase: Dios es amor.
Los ojos enfermos de Francisco brillaban como dos luceros. Este sí que fue el último milagro del Amor, el Amor pudo resucitar dos concavidades apagadas y vacías.
……….
“Amor, Amor, Amor. Quemen en el brasero del Amor sus rivalidades y egoismos. Oh Santo Amor, ala de protección, cadena inmortal, guardián de la paz, sombra fresca, madre eterna, niño dormido, mar inagotable, música sin palabras, melodía inmortal”.
“Ámense unos a otros. Amen a los enemigos. Amen las piedras, los árboles, los pájaros, los peces, las ranas, las serpientes, ellas no les morderán. Amen los lobos y no los devorarán. Amen a los enemigos y se tornarán en niños de ternura, Levanten la bandera del Amor y desaparecerán rivalidades, se apagarán las guerras, se extinguirán las envidias y las ofensas”.
“Dios es Amor. El Amor es mas fuerte que la muerte. Pongan el amor donde haya odio. Donde haya ofensa, pongan perdón. Donde haya discordia, unión.”
Extractado del libro El Hermano de Asis, p. Ignacio Larrañaga, OFM