Al escribir estas palabras siento un gran vacío en la sociedad que me rodea. Es la época pre-Navidad. Las luces se encienden. Se compran los regalos. Todo es stress, un correr de aquí para allá. Acaba de “nacer” la Navidad, y por todas partes se siente el frenesí, acompañado de la sensación de anhelos insatisfechos.
Yo busco otra Navidad.
Yo quiero, otra clase de Navidad; aquella que nunca muere, aquella que, al pasar, no deja vacío sino vida y calor. Mejor aún, quiero para todos una Navidad inmortal cuyos ecos nunca se apaguen y cuyas luces nunca se extingan. Una eterna Navidad. ¿Qué quiero decir con esto? Quiero decir: el sentido de la vida, la razón de ser de un cristiano es “ser” Navidad. Todo lo que vive, todo lo que hace un cristiano es esencialmente Navidad. Nacimiento, ¿de quién? De Jesús, naturalmente. Siempre que nace Jesús es Navidad.
Ahora bien; ¿Qué hace una madre? Da a luz. ¿Quién dio a luz a Jesús en este mundo? María.
El creyente en Jesucristo hace las veces de María: cumple con su destino de dar a luz a Jesús siempre que se pregunta “¿Qué haría Jesús en mi lugar?” Siempre que, por medio de la fe y de la oración, hace sensiblemente presente a Jesús en su mente y en su corazón; siempre que trata de ser humilde y paciente como Jesús a lo largo del día: Jesús nace otra vez. Es Navidad.
Si en una de esas semanas criticas en la familia, en el vecindario o en el trabajo, el ambiente se hace insoportable: fracasos matrimoniales, peleas entre los hijos, tensión, rivalidades, chismes…
Cuando esta clase de situaciones nos afligen podemos obtener la gracia de experimentar lo que Jesús sentiría en su corazón cuando decía: “amaos los unos a los otros”… y si, con la sabiduría del Espíritu Santo, comenzamos una acción de armonización, con paciencia y pedagogía, para sembrar comprensión y amor, siempre pensando en Jesús, esta acción armonizadora hará que aquella atmósfera irrespirable vaya esfumándose poco a poco. Habrá prodigios
Un milagro resultante de la acción de esta santa “maternidad” es que Jesús nazca de nuevo impregnando el aire de la paz de Belén. ¡Qué formidable Navidad!
Y sí así, día tras día, a lo largo del año y de la vida, se va uno preguntando ¿qué haría Jesus en mi lugar? ¿Qué sentiría Jesus? Cuantos parámetros desbordados, cuantos instintos superados, cuanta violencia suavizada, cuantas heridas sanadas, cuantas ofensas perdonadas, cuanta agresividad extinguida… ¡prodigios! El creyente dará a luz eternamente a Jesús con su perenne función materna… Y será la “madre” que hará que Jesús nazca y crezca hasta la estatura adulta.
Con Jesús todo es posible… Hagamos posible la Paz de Belén todos los días de nuestra vida…
Adaptado de la Carta Circular Nº 14
Ignacio Larrañaga