Vuestra vida entera debe ser una eterna Navidad. Siempre debéis estar “naciendo”. Nacer al amor, la comprensión, la bondad de unos por otros. Nacer a la alegría que no es necesariamente risa, sino serenidad interior. Nacer a la PAZ, señal inequívoca de presencia divina, y al mismo tiempo ajuste interior, gozo, armonía. En suma: plenitud.
Nacer significa morir a los rasgos negativos que nunca están ausentes en toda personalidad, para dar paso a los rasgos de Jesús, en un proceso lento pero firme y paciente. Es la MADRE la que de nuevo dará a luz a Jesús en vosotros, a un Jesús despreocupado de sí mismo y preocupado por los demás, sensible siempre a la humanidad doliente y siempre admirado y asombrado por el PADRE.
Nazca siempre el Señor en vuestras vidas y sea vuestra existencia una Eterna Navidad.
Ignacio Larrañaga, 1983