“Permanezcan en mi amor como Yo permanezco en ustedes” fue la petición final de Jesús a sus discípulos antes de entrar en su Pasión y muerte. (Jn15, 4). Podemos responder a la petición de Jesús dándonos tiempo para quedarnos con Él, tal como uno se queda junto al fuego para conversar con un amigo, por el placer de su compañía.
Porque desde esa intimidad cotidiana en la que buscamos estar y permanecer con El nos será dada la posibilidad de un real abandono, que nuestro corazón genere las actitudes de Jesús y viva en el espíritu de la Resurrección. Sólo desde esa intimidad forjada en el contacto YO-TU, diario puede emerger esa alegría serena e insobornable para vivir la dificultad, la incomprensión, la fragilidad humana y podremos decir con certeza: ”Sé muy bien de Quién me he fiado y a Quién he confiado la custodia del tesoro de mi vida, y estoy seguro que no quedaré defraudado en el día final” (2ª Tim. 1,12).
Permanecer en Su amor. Es lo que permite a Jesús enfrentar la travesía de la Pasión con serenidad, dignidad y silencio. Porque adorando a Dios todo se entiende. Se reconoce que todo es bueno, que todo está bien. Es posible mirar los acontecimientos desde la perspectiva del Padre, Entonces a las rebeldías se las lleva el viento, las angustias se evaporan y la paz llena todos los espacios. Jesús sabe de “Quién se ha fiado”.
Permanecer en Su amor. Permitir que Dios se apodere de nuestra pequeñez, Como lo hizo María. No resistir los imposibles. Esa fe que apuesta:”Si tu Padre mío permites que ocurra lo que está ocurriendo, yo me abandono en Ti y te digo: ¡”Hágase!”. Esa fortaleza en la certeza de que no hay fracaso alguno para aquel que se abandona en Sus Manos.
Permanecer. Avanzar en que el Señor vaya siendo el rey de nuestros territorios. Porque sólo con un Jesús fuerte y vivo en el corazón, es fácil: perdonar, comprender, aceptar, acoger, devolver bien por mal, amar al enemigo…Todo es fácil, porque estando Jesús fuerte en nosotros, el ego se halla muy débil…”
Permanecer. Para que la primavera eterna de la Resurrección llegue a todos. Esa misma petición que Jesús hace hoy y desde siempre a todos los que anhelan seguir sus huellas:”Vuelve a tu casa, y muéstrales a todos las maravillas que el Señor ha hecho contigo”. (Lc.8,39).
(Basado en los libros “Muéstrame Tu Rostro”; “Sube conmigo” y “El Pobre de Nazaret”)