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Miles de personas en el mundo han recuperado la alegría y el encanto de la vida.

Talleres de Oración y Vida

Padre Ignacio Larrañaga

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Padre Ignacio Larrañaga

¿Amistad o fraternidad?

La amistad es espontánea y nace de la afinidad entre dos personas, y es por su propia naturaleza restrictiva; la raíz de la fraternidad en cambio es la fe, descubre en el otro al hermano porque siente profundamente que su Padre es mi Padre y su Dios, mi Dios. La fraternidad evangélica es una comunidad en fe bajo la Palabra.

El amor de la amistad nace naturalmente, no se necesita cultivarlo; brota en forma espontánea como la simiente en contacto con la tierra fértil.

El amor de la fraternidad no es espontáneo sino fruto de una convicción. Se caracteriza por su falta de exclusividad, es universal. El amor de la fraternidad pasa por encima de las reacciones impulsivas o de gustos propios, para ver en una persona a un hermano en la fe, sin importar si hay afinidad o no. Lo que hay en común con ella es más importante: es esa raíz subterránea que arma y sostiene diferentes existencias: el Padre.

Por eso, vivir el Evangelio, consiste en esencia en experimentar el amor del Padre. Cuando se siente Su amor, nace un deseo incontenible de tratar a los demás como el Padre me trata a mí. Esa es la experiencia revolucionaria por excelencia: Yo hago un espacio dentro de mí para que lo habite el hermano que está a mi lado.

Pero, sólo es posible sostener ese amor desde un amor oblativo, no emotivo. Porque solo el amor de fraternidad pasa por encima de impulsos que podemos experimentar en un momento dado y que se resumen en expresiones como: ‘me gusta; no me gusta; me ofendió; no me acepta’…

La oración es el camino para traspasar las dificultades que se presentan en este trato con los demás. Es la llave que permite lograr experimentar el amor oblativo, de dar y entregar mis convicciones para aceptar a Jesus actuando en mi corazón.

En toda fraternidad hay bastante dosis de amistad, y en la amistad puede haber algunos grados de fraternidad. Todo está combinado. Es bueno que las comunidades se pregunten con frecuencia: ¿Qué es lo que prima en nuestras relaciones: la amistad o la fraternidad?

Ciertamente lo que nos une es la fraternidad. La belleza de aprender a amar a todos; de crecer con todos; de aprender de todos gracias al secreto fundamental para la buena marcha de esa unión fraternal: imponer las convicciones de fe por sobre las emociones. Y es a través del motor dinámico de una comunidad, el amor oblativo que podemos hacer realidad el Sueño de Oro de Jesús: “Ámense unos a otros como el Padre y yo nos amamos”.

(del libro de I. Larrañaga, Sube Conmigo – Cap. IV Amor oblativo 1. Dar la vida)