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Miles de personas en el mundo han recuperado la alegría y el encanto de la vida.

Talleres de Oración y Vida

Padre Ignacio Larrañaga

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Meditar y Vivir

María transparencia del Misterio Total de Dios

En la Biblia, un silencio impresionante envuelve la vida de María. En los evangelios, aparece incidentalmente y desaparece en seguida. Los dos primeros capítulos nos hablan de ella. Pero aun aquí María aparece como un candelabro: lo importante es la luz —el Niño—.

Después, en los evangelios, aparece y desaparece como una estrella errante, como si sintiera vergüenza de presentarse: en el templo, cuando se pierde el Niño (Le 2,41-50), en Cana (Jn 2,1-12), en Cafarnaúm (Me 3,3135), en el Calvario (Jn 19,25-28), en el Cenáculo, presidiendo el grupo de los Doce, en oración (He 1,14). En estas tres últimas presentaciones, no articula ni una palabra.

Fuera de esas fugitivas apariciones, la Biblia no habla nada más de María. Lo demás es silencio. Sólo Dios es importante. María transparenta y queda en silencio.

Fue como esos vidrios grandes, limpios y transparentes. Estamos en una habitación, sentados en una butaca, contemplando variadas escenas y lindos paisajes: las gentes caminan por la calle, se ven árboles, pájaros, panoramas bellísimos, estrellas en la noche. Nos entusiasmamos de tanta belleza. Pero ¿a quién debemos todo eso? ¿Quién se da cuenta de la presencia y de la función del vidrio? Si en lugar de vidrio hubiese una pared, ¿veríamos esas maravillas? Ese vidrio es tan humilde, que transparenta un panorama magnífico y él queda en silencio.

Eso, exactamente, fue María.

Fue una mujer tan pobre y tan limpia (como el vidrio), tan desinteresada y tan humilde, que nos hizo presente, nos transparentó el Misterio Total de Dios y su Salvación, y ella quedó en silencio, apenas nadie se dio cuenta de su presencia en la Biblia.

Navegando en el mar del anonimato, perdida en la noche del silencio, siempre al pie del sacrificio y de la esperanza, la figura de la Madre no es una personalidad acabada con contornos propios.

Este es el destino de María. Mejor, María no tiene destino como tampoco tiene figura configurada. Siempre está adornada con la figura del Hijo. Siempre dice relación a Alguien. Ella siempre queda atrás. La Madre fue un «silencio cautivador», como dice Von le Fort.

María fue aquella Madre que se perdió silenciosamente en el Hijo.

Tomado del apartado: “lugar de origen” del Capitulo III del Libro” El silencio de María” de padre Ignacio Larrañaga.